sábado, 30 de marzo de 2013

Ratas voladoras

Algunas veces nuestra sociedad normaliza ciertas nomenclaturas para referirse a
personas, animales, plantas o cosas. Ubrique en verde hoy quiere desglosar el por qué
a unos dulces animalitos que dan vida y color a nuestros pueblos, en ocasiones se les desprecia
y se les insulta llamándolos soezmente, "Ratas voladoras".



Ya desde pequeño, asumimos el calificativo de ratón volador referido a los murciélagos.
Su color, su textura, incluso su cara que junto a sus alas, bien se merece el mote.



Pero llamarle "rata" a esta criatura, ya es pasarse.



La palabra rata es sinónimo de sucia alcantarilla y estas criaturitas siempre están
acicalándose las plumas y así posan más atractivas ante nuestros ojos.



Cualquier sitio, cualquier momento es apropiado para ello.



Y aunque haya alguna trasgresora que no le importe beber en un charco...



lo normal para ellas es paliar la sed donde mismo lo hacemos los humanos,
en las propias fuentes del pueblo.



 La aparición de las palomas no es nueva en nuestra reciente historia.
Antes del treinta y seis, existía un palomar encima del café de Janeiro y
 al igual que hoy en día, se podían ver por entre nuestros edificios emblemáticos.
Por desgracia, después de la guerra, en los años de la Hambre, desaparecieron.
¡Fueron al puchero de muchos ubriqueños! ¡Animalito!



La historia de la proliferación de las columbidaes en la actualidad comenzó a raiz
de la moda que se impuso en los años noventa del pasado siglo, de soltar a una
collerita cuando salían los novios recién casados de la iglesia de la O.



Se puede decir que se han multiplicado por todo el pueblo.
¿Será su acelerada proliferación uno de los motivos para llamarles como al roedor?
(Lo de voladoras está claro, por lo de las alas)
(Aquí las vemos en lo del Gorrión)



Pero la mayoría viven en la Plaza, como señoronas contoneándose en sus paseos.
Cuando los de nuestra quinta éramos pequeños sólo podíamos disfrutar de las palomas
en algún parque de Cádiz o en Sevilla. Era una maravilla sentirlas comer de la mano.



Afortunadamente nuestros predecesores...



pueden ver como saborean sus propios gusanitos. 
Eso de que coman de la mano ya es más difícil...



Aquí todavía las perseguimos por aquello de que los humanos
 tenemos grabado en la memoria antigua lo del exterminio de las especies,
 siendo lógico que el último bocado para el buche, lo saboreen...



lejos de nuestro alcance. Allí arriba tranquilitas, harán la digestión de 
las palomitas, gusanitos, avellanas, pipas y un largo etcétera, incluidas en su golosa dieta,
las migas de pan que con tanto cariño les ofrecen arrugadas manos anónimas. Pero...



tras la copiosa ingesta, surge lo inevitable.
 ¡Ea! ¡Otro motivo más para nombrarlas despectivamente!
¡Si los seres vivos somos así!



¡Si las palomas fueran de piedra no estaríamos hablando nada!
Entonces está claro, cuando surge un problema lo que hay que hacer es buscar soluciones.



Por ejemplo, antes se posaban sobre el dintel de la puerta del Templo del siglo XVI
y que se reparó en el gracioso año de 1869. Para evitar eso, a alguien se le ocurrió
una brillante y puntiaguda idea...



y con esos pinchos que parecen la cama de un fakir, el problema quedó trasladado entonces...



a las pelotas de los niños. Hecho que podíamos considerar como daños colaterales.
Pero de todos es sabido que lo de las deposiciones no es exclusivo de nuestras amigas.



Nuestras ciudades también la tienen clara (¡bueno, oscura!) con estos otros animalitos
que nos van dejando las calles decoradas si no realizan la faena, bajo supervisión
y recogida a posteriori por parte del dueño.



Pensamos que causa más trastornos lo de los canes que lo de las palomas.
Para ellos existe multitud de cartelería avisadora, intimidadora...



 y sancionadora, corroborado por el escudo de la Villa, por algo será.
 Por el contrario...



aún no hemos visto por nuestras calles, ninguno parecido a este.



Hablando en plata, el que las palomas hagan caca encima de los poyetes, no es óbice...



para que queramos exterminarlas. 
Debemos tener buena voluntad hacia todo lo que vive, como diría Ghandi.
 Además, si las palomas desaparecieran...
¿a quién le vamos a echar las miguitas de pan cuando nos jubilemos?



¡Llamar "rata voladora" a esta preciosidad! 
(No vamos a poner ninguna foto de cuando son palominos, no sea que cambiemos de opinión)
Llamarla así cuando todos sabemos que una rata...



tiene estas pintas. 
Hay muchas personas que sienten ánima adversión o sea asco, ante este ser "inmundo".
No debe preocuparnos porque esta amiga no es lo que parece. Se trata...



de la popular artista de cine, Ratatouille y como se ve a grandes rasgos,
 no tiene nada que ver...



con nuestras palomas de las que esperamos no tengan que paliar nunca más
la carestía de los tiempos difíciles en Ubrique 
y que sigan alegrando con sus vuelos nuestras plazas.

(Gracias Edu por el gorrito y la cuchara)


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jueves, 28 de marzo de 2013

V- Carteles para pensar. Imperativos

Ya hacía tiempo que no lucíamos el Monotipo que encabeza la serie de carteles para pensar...



y no es porque haya un sector antagónico en contra de la continuidad de la publicación, no.
Es que Ubrique en verde ha estado recopilando lo que hemos acordado en llamar
"Carteles en imperativo". Desde pequeños nunca nos gustó que nos dieran órdenes
ni en casa, ni en la escuela, ni en "dices tú de mili", lo que pasa es que hemos 
aprendido a convivir con las imperaciones y las vemos como algo normal.
Debemos aceptarlas sin rechistar. Por ejemplo...



Para hacernos callar, tienen esta forma que sería la "rimbombante parafernálica"
 por un lado...



o la "escueta directa" por otro. La función de las dos está clara.
Otra cosa es que logren mantenernos en silencio o no.



Hay lugares en los que por respeto nuestro, no tendrían que mostrarnos este imperativo.
El problema no es que le suene al primero el móvil, no. 
Lo lamentable es cuando le suena a un segundo o a un tercero. 
En esos casos de poca vista, habría que remodelar el aviso, añadiéndole un "palabro"...
¡Apagar los móviles, pardiez! o ¡Apagar los móviles, ostras!
 (No se aconsejan malsonantes pues pueden herir la sensibilidad de los presentes)



Lo que está claro en nuestra actual sociedad es que la publicidad trata de imperar
en nuestro modus vivendi, diciéndonos lo que tenemos que hacer. 
Menos mal que "todo el mundo" se puede defender de las agresiones publicitarias,
 manteniéndose firme con un arraigado criterio propio.
O sea, si alguien nos dice directamente en un escaparate de la calle...



lo haremos si nos da la gana.
Lo mismo ocurre si nos ordenan lo que tenemos que regalar...



Y aparte, puede ser que no queramos preguntar por sus tarjetas regalo.
Por otro lado, la pretensión de algunos bancos es que hagamos lo que ellos dicen.



Viendo la forma de emitir el mensaje, parece que quieren obligarnos
a sacar y a llevarnos lo que ellos quieran.
Pero... ¿qué pasaría si nos negamos alegando que...



no nos gusta cocinar? ¿Qué...? ¿Ya no podríamos ahorrar?
Algunos somos tan pésimos con la cocina que para comer bien...



sólo nos queda una opción.



Y es que hasta para preparar unas simples palomitas nos tienen que dar órdenes.



A la entrada del edificio nuevo del Juzgado,
 hay un buzón rojo para las tarjetas de la lectura del agua.
No obstante... ¿qué pasa si preferimos llevarla a la cuarta planta  y así nos damos 
un paseito en el ascensor con vistas panorámicas a Ubrique?



¿Y si no queremos empujar...?
 ¡Pues no!
 ¡No pensamos darle un empellón a nadie por mucho que nos lo digan!



Este imperativo es sangrante...
¿No bastaría con que nos sacaran la sangre del brazo para donarla? ¡Je!
(Somos muchos los que pensamos que el gesto de los donantes 
es el más solidario y altruista de entre todas las posibilidades del ser humano)



¡Sí, claro! ¡Ahora! ¿Por qué no nos lo propusisteis antes de la cacareada crisis?



Y como ellos lo saben, los poderes fácticos quieren obligarnos a "invertir" nuestro dinerito
(el que lo tenga) en juegos de azar los cuales son considerados como "impuestos voluntarios" 
que nunca revierten y si lo hacen, debemos olvidarnos del veintitantos por ciento del premio.



Por desgracia en esta sociedad actual, nadie se fia de nadie.



Pues lo sentimos, tienda de piel, nos vamos a dejar los zapatos puestos.
¡Faltaría más!



Seguro que bastaría un simple por favor para que ya nadie tirara dentro de los contenedores 
de reciclaje cualquier otra cosa que no fuera lo indicado.



Y es que en el fondo sigue dándonos coraje que nos digan lo que tenemos que hacer.



El imperativo siempre está presente aunque nos den las gracias previamente.



Hay veces que debería sobrar tanto la orden como el agradecimiento,
si tuviéramos en cuenta el gesto de no tapar con nuestro coche, ventanas ni puertas.



Este cartel imperativo denota hastío (del latín fastidium) pero rezuma paciencia...



Éste por el contrario, es el fruto de la desesperación.



Los imperativos están presentes en nuestra cotidiana vida y la mayoría de las veces,
pasan desapercibidos. Ubrique en verde ha estado pendiente para caer en la cuenta.
¿Cuántas veces habremos pasado por la plaza del Cristina en la avenida de España 
y ante este cartel imperativo, nunca nos hemos preguntado si es obligatorio anunciarse ahí, 
si tenemos que hacerlo todo el mundo a la vez y qué es lo que tendríamos que anunciar...?



Es de agradecer cuando el mensaje imperativo va cargado de amor.
Se le puede hacer buen caso y no fumar  pero a la hora de beber, 
lo que se dice beber...



vamos a beber lo que nos de la gana.

(Si quieres ver "IV- Carteles para pensar", pincha aquí)


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