martes, 30 de julio de 2013

Una cornicabra especial

Antes de que se secara la hierba de la sierra, ofreciéndonos el sutil tono amarillento
 gracias a la imposición del solsticio con más calorías,
en esta parte del sur, del sur, del sur, del sur, una aciaga mañana nos dimos un buen
paseo por ella. Había que aprovechar porque cuando se instaurara el tórrido verano
íbamos a tener que pensar muy bien eso de salir de incursión (sin ir más lejos).
Podemos certificar el atractivo que ejerce esa maravilla,
 tan alta que hasta las nubes suelen hacerle cosquillas por abajo.
Sabemos que hay montañas más elevadas pero, lo sentimos,
no son la sierra de Ubrique, paraíso natural.



Íbamos en busca de otra leyenda rústica lugareña, "la majá las Tunas".
Como todos los caminos desde Ubrique hacia arriba terminan en la sierra,
cogimos por la perpendicular de la calle Nacimiento.
El subir por la calle Cornicabra (así blanqueada merece la pena repecharla),
fue una elección acertada pues se convirtió en premonición del
descubrimiento fortuito que acapararía el título de la entrega de hoy.
Recorrido pintoresco muy recomendable para quemar calorías...
San Francisco, Nacimiento, Cornicabra, Libertad, Tres Calles, Ronda, Tragamasa,
Calvario, Carril y algo más arriba...


ya estamos por encima del Calvario de Ubrique.
¡Uf!
¡Pero sólo acabamos de empezar!
Rodeamos el promontorio de la Cruz de la Viñuela y pasando por la Cabreriza,
dejamos a nuestra izquierda el Paso Indio. Terciando un poco más arriba,
 superamos la aljibe de tío Paco, con su huerto y su antigua calera...



y a estas alturas nos va dando la impresión de que la incursión (sin ir más lejos),
se va a convertir en una excursión en toda regla.



Por aquí arriba empezamos a admirar las últimas encinas que sobrevivieron antaño.
Se libraron de la devastación sufrida por la creciente demanda de la energía
 producida por estos árboles, reclamada desde capitales como Jerez o Sevilla.
Aquella época en la que las palabras alfanje, chasca, tizo, ripio, bullones, respaldar o caía
eran términos comunes mientras se cocían por meses, los hornos de carbón.
¡Menos mal que apareció el gasóleo como combustible y así...!
¡Bueno! ¡Menos mal, no!
El caso es que dejaron de cortarlas...
¡Desafortunadamente el ser humano no tiene remedio y
 siempre, de una u otra manera, destruye lo que genera vida!



Estamos más altos que la cornisa de los Buitres en el Salto del Pollo y
nos percatamos de la extraordinaria panorámica con la que cuentan
aquellos que vimos en el casino de los Pajarracos.
Seguro que desde aquí huelen a la perfección el alimento
que va yaciendo por el parque de los Alcornocales.



No haremos referencia a la majada de las Tunas que dejamos atrás por aquí arriba
pues se merece como es lógico, una entrada aparte.
La sierra está plagada de plantas, como las cornicabras que luchan por la
perpetuación de su especie, ingeniándoselas para hundir sus raíces
entre la grietas de la caliza. Falta poco para dar con la nuestra especial.
No obstante, especiales son también los seres imaginarios que Ubrique en verde
tiene a bien encontrar y catalogar que son los dragones de piedra.
Es inusual la incursión en que no demos con uno de ellos...



y en ésta no iba a ser menos. Ante nosotros se presentó este ejemplar hembra de
 "Cornicabro Leonadus" que indiferente a nuestro paso, miraba hacia otro lado.



Bello y arbolado fragmento de nuestra querida sierra desde el que se ve entre...



 sus ramas el legendario paso del Bombo por el que se accede encima de la Merga
por un camino que parece sacado de al filo de lo imposible.
 Es una vía natural...



uno de los lugares habilitados por la Madre, alternativa a "el Saltadero",
para poder superar este enorme farallón de la sierra de Ubrique sobre el que está sierra Alta.



Por ahora buscaremos la vereda que nos va a guiar de vuelta por supuesto hacia abajo,
al pueblo que nos vió nacer y que da nombre a esta maravilla planetaria.
Su trazado discurre y si vamos guardando el debido respeto al lugar que pisamos,
éste a veces nos premia con maravillosas ...



sorpresas...



que nos dejarán en un estado de éxtasis placentero inigualable.
Y fijándonos bien mientras descendemos por la base de la Merga, en nuestro
deambular serrano, nos encontramos con otra sorpresa especial.



Allí abajo es donde crece nuestra cornicabra sobre una losa de piedra.



Y al igual que sucedió en su día con la encina especial...



 nuestra cornicabra también requiere de un giro en el sentido de las agujas del reloj
 para mostrar su real fisonomía. La losa de la que ambas penden
 o dependen, según se mire...



es la misma de los impresionantes tajos de nuestro seco acantilado
(que sólo cuando llueve se puede ver brotar agua por sus "aliviaderos") 
y son especiales como lo son todos los árboles que crecen en este
pequeño globo planetario que es nuestra morada. Son especiales porque sólo 
ofertan beneficios para el "terminator humanado" que a cambio, devuelve el favor
con talas indiscriminadas (algunas dejaron a "Ubrique en verde de luto") o 
fuegos devastadores que abrasan su vida a mansalva como 
el que acabó con "las míticas encinas de la Manga". Estos hechos como mínimo, 
van reduciendo drásticamente el nivel del tan imprescindible oxígeno.
¡El que no entienda esta simple cuestión, puede intentar mudarse a otro planeta!



Ahí está nuestra cornicabra, por supesto especial colgando de la pared vertical.
Nosotros descenderemos hasta donde convergen las dos depresiones 
entre el extenso caos rocoso que no es ni más ni menos que...



el llano de la primera Aljibe. Se trata de una dolina de seguro hueca 
porque no veas cómo retumba cuando se salta y
 se golpea con fuerza con los dos pies sobre el suelo. 
¡Viejos recuerdos de buenos juegos, antaño!
¡Buenas merendolas entrañables en un idílico y asombroso lugar!
¡Por no hablar del eco reverberante!



Desde el llano parte una incisa vereda sobre la tierra parduzca que discurre
junto a la primera Aljibe que es un sistema más "serio" que los pilones excavados
para el aprovisionamiento de agua en estos lares excentos de fuentes.



Bajando, bajando y tirando un poco del zoom, 
el efecto óptico es como si Ubrique no existiera entre medias.
 Podemos acercar aquella zona del "Hiperzó"
hasta el palo clavado en la cresta del promontorio.
Además podemos hacernos una pregunta..."¿Y la Cruz de la Viñuela?"
que debería ocupar el lugar del recio madero.



Entre Ubrique y el llano de la primera Aljibe, discurre una vereda bien marcada que, 
a no ser que se recorra de noche, se nota perfectamente el contraste marrón de
las pisadas por el que debemos guiarnos, si somos neófitos serranos.
¡Vamos, que no haría falta ir pintando rayitas blancas y verdes por las piedras!
Marcar rocas con pintura es del gusto de algunos... 



Todos los caminos de la sierra cuentan con hitos naturales reconocibles
 que sirven de guía y pueden marcar etapas en nuestro camino.
Ese pico escarpado a medio camino, ofrece en su base descanso...



en un antiguo llanito de picón. Un alfanje verdaderamente confortable que ofrece un ratito
 de sosiego para los "sierrandantes". La vereda discurre necesariamente por él.



y junto a ella otras dos rayas más igualmente innecesarias, 
por no hablar del impacto antinatura que ofrecen a nuestros ojos, 
a no ser que sea un recorrido marcado para excursionistas daltónicos que 
nunca hayan sentido el afán por tener experiencias descubridoras
y que confunden el gris de las rocas calizas con el marrón de pisadas con tierra.
¡Que no hacen falta rayitas para saber que todo lo que sube, baja!
Y si ascendimos para nuestra aventura de hoy por la calle Cornicabra...



ahora bajaremos por Ladereta que atraviesa laTorre y sigue hacia abajo
 por Saúcos hasta los ilógicos aparcamientos de la plaza de la Verdura.
¡Ah! ¡Y un slogan...!
¡Cuidemos del mundo en todos y cada uno de los aspectos! 
¡Es el único lugar donde crecen cornicabras especiales!



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sábado, 27 de julio de 2013

La cántara excursionista

Habíamos estado en un fantástico lugar de la sierra de Ubrique que conocemos
 como la Merga, buscando un pilón natural que recordábamos de nuestras
primeras incursiones, cuando teníamos algunas décadas menos en nuestro haber.



Pudimos admirar la grandeza de nuestros sublimes buitres leonados en
su hábitat natural, colgados en sus "niales" que son como balcones de la pared pétrea...



en un lugar conocido como el Casino de los Pajarracos.



Bajo el mar de piedras que conforma la gigantesca casquera...



y junto a una antiquísima vereda, ahora tapada por las ardiviejas...



en el seno de un roquedo bien autóctono, nuestras esperanzas de encontrar alguna
reserva de agua de lluvia, caen en saco roto. Los albores del verano andaluz
habían cumplido con su lógica misión...



Nuestro pilón natural, del que recordábamos la ingente cantidad de agua
que era capaz de almacenar por su envergadura, ahora nos ofrece su escuálida estampa.



Los pilones de la sierra, ya fueran esculpidos hace bastante tiempo,
con infinita paciencia por manos pastoriles,
a cambio del arrendamiento de los pastos del dueño o
ya sean esculpidos hace ya mucho más tiempo y
con imperecedera paciencia, durante milenios por las manos invisibles
de la Madre en forma de agentes naturales,
siempre fueron un recurso hídrico importante en un lugar
donde nunca se hacen charcos cuando llueve.
La sierra caliza se lo bebe todo.
Veníamos esperanzados en darle un buen sorbo de agua fresca a nuestro pilón...



y menos mal que la traíamos de Ubrique en una botella, solo por si las moscas.
Mientras por un momento descansábamos las piernas y
reponíamos nuestro cuerpo de la sed...



algo absolutamente desentonante reclamó como a gritos nuestra atención.
Entre el torrente de la casquera de piedras grises derramadas
(hay algún geólogo que apunta para explicar la posibilidad de su formación,
 hacia claros indicios de prehistóricos glaciares) un color azul luminoso
resaltaba desagradablemente entre los cascajos.
-"¡Eso no puede ser natural!"



Consternados, somos testigos nuevamente de otra tropelía contra la estética lógica del entorno.
Otro absurdo objeto sacado de su contexto. Otra incongruencia más para sumar
a la larga lista de "Vamos a desamueblar la sierra".
Era una cántara rebelde que no quiso estar más tiempo
asida por la mano de su endeble transportista y se tiró casquera abajo en busca
de nuevas aventuras. Ya estaba harta de servir sólo para llevar agua 
después de haber estado llevando cloro.
Quería ver mundo y su dueño no se lo impidió.
¡No! ¡No es lo que todos estamos pensando!
¡No es que la tiraron impunemente en un cretino gesto, ignorante y cruel!
¡Ella se arrojó sola porque quería ser una cántara excursionista!



Ella albergaba una gran ilusión por formar parte de la entrañable Naturaleza.
Harta de su vida artificiosa, soñaba por integrarse en el medio sin destacar. 
Sin agarrones del asa. Sin alharacas.



Nuestra ilusionada cántara de cloro, reutilizada en otros acuáticos menesteres,
 ya liberada del yugo humano, miraba en lontananza imaginando 
las aventuras a las que se iba a enfrentar.
¡Cuántos lugares hermosos por su cuenta y riesgo, visitaría!



Rindió pleitesía con una reverencia, al paso fronterizo entre dos lugares diferenciados,
"encima de la Merga" y "abajo de la Merga"... "el Saltadero"
(donde está la cancela de Icona que da paso a la cañada de los Contrabandistas),
por donde había pasado tantas veces en sus obligados y acuosos menesteres.



Después de despedirse del lugar donde estuvo algún tiempo abandonada a su duda existencial...



se dispuso a repechar con renovado entusiasmo por roquedos imposibles, de absoluta belleza.



Como cántara cartesiana ("dudo, luego existo"), la excursionista neófita 
no sabía si tirar para Ubrique o bien...



tirar para Benaocaz, pasando eso sí, a saludar a Fernando que vive en el abandonado
hotel de Aguanueva, con el que más de una vez habrá coincidido acarreando agua
 en el pilón de la fuente del mismo nombre.



Finalmente opta por ir a Ubrique. ¡Pero no...!
La aventurera cacharra existencial deja de dudar por un momento 
y decide no ir a  pueblo alguno, ni cerca, ni lejos. 
Obviamente estaba dispuesta a olvidar a sus explotadores.



Quiso pertenecer a la sierra pero sin alteraciones y mimetizarse con las bellezas naturales.
En su nerviosismo y un tanto a trompicones...



salió brincando ladera abajo para fundirse con la dolina de Vega Redonda.
No queria recordar su acuoso pasado y eso que en lontananza...



podía vislumbrar entre la escasa bruma, ese agua que en cantidades ingentes,
 estaba embalsada como esperándola para dar otro de sus recientes portes.
-"¡No! ¡No!" -dijo la liberada cántara azulina...
 "¡No quiero más cloro! ¡No quiero más agua! ¡Estoy harta!"
La sierra le brindaba estampas espectaculares y lugares conocidos que se lucían
entre los farallones. En una fugaz mirada hacia el monte de los Olivares, meditó...



-"¡Me he pasado media vida ayudando a los humanos a purificar su agua
y tengo tan mala memoria que ya ni me acuerdo donde pero sé que nunca,
 nunca serví para clorar el agua de ese depósito de Ubrique!
 ¡Lo sé por el color de mi tapón...!  ¡Pero ya me quiero jubilar!"



Nuestra cántara, sumergida en un mar de dudas, se sentía cansada. Se recostó en una roca.
Siempre había sido traída y llevada sin esfuerzo para ella. 
La nueva experiencia de su solitario deambular serrano, era agotadora.
Mientras reposaba,  las dudas volvían a rondar por su hueca mente.
-"¿Me habré integrado con este especial medio natural?"
-"¿Estaré  mimetizada entre las rocas y los humanos ya no podrán ver la diferencia?"



-"¡Anda, venga! ¡No te hagas ilusiones, boba...!"



-"¡Qué sólo eres una simple cántara abandonada a su suerte por un mentecato y
te vas a venir con nosotros los humanos que somos tus creadores!"
-"¡Algunos sí sabemos lo que hacer contigo!"
-"¡Y quién sabe...! Lo mismo puedes volver por aquí en tu otra vida."



Ese fue el último viaje de la ilusa cántara excursionista. 
Seguro que ahora sueña con ser un polar para poder volver en invierno 
a la sierra con una nueva existencia, desde la planta de reciclaje.







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