miércoles, 23 de abril de 2014

Pareidolias para normales

Una pareidolia, que en griego significa algo así como "figura adjunta", 
es un fenómeno psicológico donde un estímulo vago y aleatorio
-normalmente una imagen- es percibido como una forma reconocible.
 Las más famosas son las que se ven en casa de María en Bélmez.




Caras impresas en las paredes...



y por los suelos. Pero esas son pareidolias paranormales.
Ubrique en verde va a versar sobre otras, más de andar por casa.
No como las anteriores que son incomprensibles a nuestras parcas mentes.
Las que vamos a ver son pareidolias para normales...



como este loro que hay en una losa de mármol y que
 pudimos ver cuando estuvimos en una misión en Cádiz.



Pero también en nuestra querida sierra en Ubrique, podemos apreciar
estas formas "fantasmales". No todo va a ser "Dragones de piedra" imaginarios...



aullando a los cuatro vientos.
Siempre con la imaginación en ristre, podemos ver como se insinúan rostros
en nuestra gran Madre Tierra.



A veces un poquitín apretados de dura roca...



o bobalicones nacidos de los propios líquenes típicos de la caliza.



Otras veces, con rostros de profunda admiración y ojos empampanados.



Ojos iracundos en caras terroríficas que subyugan nuestro intelecto y disparan la imaginación.



Ojos calcáreos que nos vigilan desde nuestros ancestros.



Ojos profundos que no pierden puntada de nuestros paseos en la sierra.
Son la explicación de que muchas veces sentimos como somos observados.



Pareidolias para normales... fantasmas con sábanas de piedra.
Y no sólo desde la agreste montaña...



también nos observan redondos ojos desde el reino vegetal.
Tanto desde árboles saludables...



como de mutilados que se asemejan a fantasmas del mundo verde,
 con grandes y redondeados ojos.



En nuestro querido pueblo también podemos encontrar rincones fantasmagóricos...



donde pululan ojos que nos vigilan con desconocidas intenciones.



Ojos camuflados entre objetos cotidianos, supuestamente distraídos
 pero con claras intenciones.



Incluso los hay que irradian la rabia que flota en el ambiente.



Pareidolias que afloran en las paredes normales de nuestras calles.



Rostros desfigurados que pululan como fantasmas etéreos, en continua transformación.



Teleplastias que tuvieron su apogeo en otras épocas...



que perduran al paso de los tiempos, desdoblándose, desvaneciéndose, obsoletas.



Deformaciones que anuncian su marcada intencionalidad.
Pero si la explicación para estas manifestaciones es que son personas que
dejaron asuntos pendientes en otras vidas pasadas y que por eso aparecen 
como pegadas en el paramento de nuestras calles...



ésta quizá sea la pareidolia para normal más clara que podamos ver.
Las de Bélmez de la Moraleda se quedan en pañales.



Una simple mancha de cera en el suelo, de la que tanto hemos oído hablar estos días,
puede parecer a todas luces cualquier figura sugerente.
Y si dejamos la sierra y la calle y buscamos casas en las que dicen que hay fantasmas...



también las encontramos.



 Y en cualquiera de ellas podemos ver sobre una silla, aposada...



la pareidolia de una mosca, pero eso sí, perversa y poco común.



Y si seguimos rebuscando en la fantasía de nuestras mentes...



en cualquiera de esos cajones vacíos, de muebles vacíos, de casas vacías...



como decíamos, en el fondo de uno de esos cajones misteriosos...



podemos llevarnos una pareidólica sorpresa.
-"¡Uhhhh!"
-"¡El fantasma de la tabla!"



(Nota del veintiocho de Abril)
Estos ojos pétreos se quedaron atrás de cuando hicimos una excursión al cerro del Mono.




.

domingo, 20 de abril de 2014

Cómo herrar a un caballo

El mítico caballo acompasó su marcha a la del hombre desde la antigüedad.
Venerado y agasajado, forma parte de nuestra historia hasta ahora, queramos o no.



Ha servido para absolutamente todo y el resultado de nuestra historia hubiera sido otro sin ellos.



-"¡Bueno, mulo! No nos mires así... ¡Y sin vosotros también!"
Ya vimos cómo hacer un cabezal para dirigirlos a nuestro antojo.
Hoy vamos a ver cómo se les hacía más cómodo caminar, trotar y galopar.
Ya sabemos que para desplazarnos debemos adoptar...



las medidas más convenientes. 
No todo sirve y el mejor movimiento es el que se demuestra andando.



Ya en la prehistoria se le colocaban fundas de piel en los cascos para que no se los dañaran.
Hasta que el sabio de la época pensó en el refuerzo aislante duradero y apropiado...



la legendaria herradura, poseedora de la suerte y la fortuna.
 Fantástico artilugio que desde tiempo inmemorial...



nos fue dejando su histórica huella.



Sólo se libran de ellas cuando son pequeños potrillos...



pero cuando son grandes...
Hoy vamos a ver cómo le pusieron las herraduras a dos caballos, de reconocida fama.



-"¡No, hombre, no! 
!Este "dos caballos", no!
 ¡Éste es el que vino después!"



Nos referimos a la collera de caballos de Miguel, ese hombre de fortaleza extra
 que los tiene por debajo de la curva de la Cruz Roja de Ubrique.



In situ sorprendimos aquel día a José Gómez el "herraó" pertrechado y
 a Miguel, el dueño de los dos mimados y vigorosos caballos.



Con permiso de ambos decidimos dejar plasmado este singular e inusual momento.
La casualidad se había puesto de parte de este humilde blog,
 amante de la tradiciones genuinas, entre otros menesteres.



El yunque y los martillos, ambos "portátiles", preparados.



La jaca, elegida para empezar.



Y el trípode de herramientas deseando cumplir con su misión.



La primera parte del tradicional empleo, desherrar las anteriores.



Según nos contaron, los cascos "crecen" y hay que
 hacer esta operación unas cuatro veces al año.
-"¡Ahí hay faena, José!"



Con las tenazas se van arrancando los clavos viejos, bajo la preocupada mirada de Miguel.
-"¡Menos mal que no le duele!" -parece pensar.



La pasión de Miguel son sus caballos. Pese a su edad todos los días sube a atenderlos.
Su comida y su agua no les falta. Son como sus niños bonitos. Su entretenimiento. Su vida...
¡Y tiene preferencia por la yegua! Por eso es la primera.



Una vez el casco libre se da paso...



a la nueva herradura...
Un clavo en cada agujero.



Después unos retoques en el propio "zapato" para que quede impecable.
Y así...



una pata tras otra hasta terminar las cuatro.



Hay que ir llamando al siguiente cliente.



Esta estampa tan cotidiana antaño, ahora es como un premio a nuestros ojos.
Gracias a José y a Miguel por permitirnos difundir un oficio del recuerdo...



que permitía a estos nobles animales cumplir con su esforzada misión de ayudar al hombre.



Ya están herrados nuevamente. Mientras descansan del trasiego del "herraó"
 que ya se marchó, Miguel da una vuelta para ver si está todo en orden.
El seguirá viniendo con sus criaturas haga sol...



o haga lluvia. Miguel se siente dichoso de cuidarlos.



Los dos caballos de su corazón se pueden sentir muy afortunados
 de contar con este humano de corazón grande.



.