lunes, 9 de febrero de 2015

Atardecer desde los Olivares

Siempre que hacemos una incursión, lo hacemos a la Sierra de Ubrique -o cerca.



 Pero esta tarde nos vamos al otro lado.
 Esta vez daremos una vuelta por los Olivares. Desde aquí contemplamos una excelente
 perspectiva del impresionante panorama y podemos imaginar las posibles rutas 
para el estudio minucioso y exhaustivo de nuestra atrayente sierra.



De camino, aprovecharemos para hacer algún disparo fotográfico sobre
alguno de los elementos de interés del legendario cerro donde nos encontramos.
Verbigracia, estas ruinas de lo que antaño tuvo su esplendor y su función...



de El Parapeto, esa hacienda o rancho que tuvo su misión histórica en los tristes años.



O bien esa arriesgada pista de bicicleta de montaña que recorre el monte hasta abajo.
Desde el cerro de los Olivares, llamado así obviamente por los olivos...



nos hacemos nítida idea de la ubicación en su valle de nuestro querido pueblo
por supuesto adornado entre los longevos especímenes que dan nombre a este lugar.
Son las seis y media de la tarde y comprobamos que, al igual que el astro rey es perezoso
para salir -como pudimos ver en aquel refrán de "No por mucho madrugar..."-
es presto y raudo en abandonarnos. Y ya que estamos por aquestos lares...



¿Por qué no dejar plasmado en este humilde blog, un atardecer desde los Olivares?



Tiraremos del botón del "acercador de objetivos" y nos fijaremos primeramente como 
la ausencia de sol, va dejando en penumbra a dos de nuestras torres emblemáticas.



La del campanario de la iglesia y, más arriba, la genuina espadaña
 del admirado San Antonio. Así que, tirando del zoom y con un poco
de paciencia, obtenemos la secuencia del comienzo de la renovación cíclica.


















Y mientras renacen las sombras abajo, desde nuestra atalaya alzamos la vista...



y nos imaginamos la visionaria  historia de Verne, "De la Tierra a la Luna"
pero para esta versión, pasando por los Olivares primero y luego...



por Benaocaz, nuestro pueblo hermano que por estar más alto sobre 
la Sierra de Cádiz, el brillo vespertino perdura sobre él hasta el ocaso.



Y como muestra, un botón.
Aquí estamos viendo pasar el tiempo, medido en este caso por la sombra
que se abate en este atardecer desde los Olivares. Unos momentos mágicos.



¡Para disfrutar!



Como sacado de la Historia Interminable, la Nada -la sombra- va adueñándose...



de la blancura de las casas de Ubrique.
 Ya sólo le quedarían las más altivas del Casco Antiguo.



El último, inexorablemente por su ubicación, el Calvario de Ubrique.



¡Alea jacta est! -la suerte está echada.
En unos minutos lucirán como con luz de día, las nuevas farolas de
 nuestro querido pueblo y es que a los humanos nos da miedo la oscuridad.



El contraste antagónico entre la luz y la sombra sesgan la Cruz del Tajo.



Y a medida que avanza, se atenúa. El brillante tono, orgullo de poder...



torna a rojizo.
Todo pasa. Todo queda. 
Por el momento, toca turno...



a otro efímero y cambiante reinado.



Y mientras los estertores solares anidan sobre las sinuosas crestas 
de nuestro pétreo y arcaico mar...



en nuestro querido pueblo, ya ha tiempo -siempre relativo- 
que pudimos disfrutar con ver el atardecer desde los Olivares.




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