martes, 24 de marzo de 2015

El cortijo del Acebuchal

Nos quedamos satisfechos al coronar el peñón del Santo y a la vez, haber descifrado
sus enigmas "místicos" en aquellos días que vinimos por aquestos lares junto a
la Caeta, camino del Hondón -ambos lugares están en otro tono para picar y ver.



El peñón del Santo es un capricho calcáreo que al verlo no se puede evitar
el símil con cualquier legendario Torcal -como el de Antikaria, mismo.



En sus entrañas vivió intensamente un anacoreta que provocó la etimología del enclave.



Sobre esta estampa familiar cerca de Ubrique, el panorama es extraño y familiar a la vez.
¡Todo depende del punto de vista!



Desde aquí y con tal magnificiencia al alcance de la vista,
creemos que siempre fue un lugar idóneo para la
meditación y la elevación espiritual...
-"¡Vamos...! Que... ¡Chispa más o menos como en el Tibet...!"



Aquí arriba, hasta las rocas adoptan formas mitológicas. 
Este bello ejemplar que podía haber sido nombrado junto a los imaginarios
"Dragones de piedra", bien puede tildarse aparte como "Batracius hierbensis"...



pero hemos de tratar de centrarnos en el deambular pues andar despistado por la sierra
entre tanta hermosa debacle de rocas multiformes, puede acarrear trabajo extra para 
el grupo de rescate de montaña -y la fortuna de tenerlo en nuestro querido pueblo.
Vamos a fisgonear -ya que estamos- por los desconocidos campos de atrás...
 muy cerca del cerro del Dibujo. 


No tenemos más remedio que quedar consternados, cada vez que vemos un auténtico
"gigante verde" yaciendo sin vida. ¡La impotencia nos desazona!



Comprobar in situ tan grande y doloroso desarraigo conmueve el alma
y promueve una toma de solidaridad comparativa junto a tal envergadura.



Colmenas derruidas... O lo que es lo mismo... ¡Abejas libres...!
Las mismas nos señalan un lugar adecuado por la presencia humana...



Entre vetustas supervivientes -dueñas del"ceodós" y del oxígeno;
 poseedoras de la magia verde de la clorofila;
pertenecientes al poderoso rango de los Quercus-
 se vislumbra aquello que se vaticinaba.
-"¡Un momento...!
 Ahora toca frotarnos la uñas en el hombro por tal cómo nos ha quedado la frase..."



¡El cortijo del Acebuchal...!



Una hacienda abandonada, producto del advenimiento del modus vivendi rural, a la urbe.



Aún cuelgan, imaginariamente de sus paredes, los aperos y acarreos.
Y sus escaleras de pitacos, parecidos a aquellos que crecen en la Curva de las Pitas.



Los comederos para los inocentes animales.



Y la provisión de agua para la que -al ser terreno sumamente permeable aquí arriba-
los antecesores tiraban de aljibe. 
A ella se accede por vetustos escalones labrados de roca caliza.



Aún pende del robusto clavo, la hojalata de forma cúbica en su cuerda de pender,
 pendiendo...



sobre las ahora pútridas y desaprovechadas aguas del orondo cubículo.



-"¿Es una pena tal abandono...?"
Nosotros pensamos que sí...
Pero a saber los intríngulis que desembocaron en tal situación.
Abandono que se...



respira por doquier. 
El cortijo del Acebuchal quedó relegado en la historia de los acontecimientos.



Es hora...
Buscaremos una vía de acceso para la salida de este genuino lugar.
Si antaño esto fuera o fuese un eco continuo de vida, ahora forma parte,
 como tantos otros, de los sonidos del silencio. 
Un silencio donde se remansan y sobreviven abuelos centenarios...



que se postran y demuestran su pleitesía a la Gran Madre Tierra que los parió.



Ancianos vegetales que muestran su abolengo con sus luengas y albinas barbas.
Abuelos cariñosos que nos les importa -al contrario... lo añoran- que...



las vivaces jovencitas se le suban a cuca por la espalda.
Estamos en pleno reino de la Naturaleza.
En esta providencia. la magia existe.
 Aquí, en su seno, no todos los gatos son pardos...



ni a cada cerdo le llega su San Martín -"a vo te pronto". 
Sin embargo, el "San Martín" para la  Gran Madre Tierra, 
le llegará por nosotros mismos.



¡Ojalá se abra a los ojos de la lógica, una ventana a la verdadera 
luz natural que cambie nuestro destructivo prisma! 
-aunque fuese esta ventana para las diminutas hormigas... ¡Ampliada!



Y esa luz, momentáneamente nos va descubriendo el resto de esta maravillosa
incursión -sin ir más lejos- y nos permite en lontananza, vislumbrar atisbos...



-tirando del zoom- del castillo de Aznalmara -de las imágenes de la sierra de Cádiz.



Agradecidos y emocionados, sólamente podemos decir...
¡Gracias por venir...!
A esta aventura -en tres capítulos- que nos trajo, cerca de Ubrique,
a la Caeta, el peñón del Santo y el cortijo del Acebuchal.
Ya tenemos ganas -porque somos urbanitas de nacimiento...



de llegar a la luz y el cobijo de nuestro querido pueblo que da nombre a este
vuestro humilde blog... 
¡En verde!
¡Sobretodo!



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario