sábado, 20 de febrero de 2016

La penúltima vereda de la Sierra


En el anterior "pateo" por nuestra querida sierra, hicimos una
interesante incursión a la Maceta -ese promontorio que luce esbelto
sobre nuestras cabezas, retando a los amantes de aventuras trepidantes.
Subiremos por enésima vez por la Era del Ubrique el Alto y en el camino...



un gato negro nos augura que habrá mala suerte pero no para 
nuestra incursión -sin ir más lejos- sino para ellos mismos. 
En una sociedad donde los animales son meros objetos, 
en el día internacional de los gatos -o sea, el veinte de febrero-
muchas poblaciones, como nuestro querido pueblo,
aun no han tenido en cuenta el método CES ético para colonias felinas.



En esta ocasión,vamos a repetir el lugar pero hemos buscado un acceso
"apto para todos los públicos" y no aquél, por las crestas de "nivel experto"
que tanto nos llaman la atención desde la adolescencia -cuando siempre que
subíamos por la sierra, lo hacíamos tentando al vértigo.



Dejando a la derecha la legendaria vereda de la Aljibe y los riscos que la enmarcan,
fuimos dando con los tradicionales aprovechamientos que son los alfanjes del picón.



El sistema kárstico imponente de nuestra longeva caliza se interponía.
La cueva de la Vieja estaba delante nuestra "a un tiro de piedra"
-nunca mejor dicho.



¡ Un respirito...! -subir por los pechos de nuestra querida sierra lo conlleva. Una 
mirada atrás buscando la familiaridad del entorno, con Ubrique siempre presente...



y una vista al frente, para sortear sin riesgo la debacle extrema del caos
generado por ingentes y ancestrales precipitaciones calcáreas.
¡Cualquier bloque de esos tenía que pesar "veinte o treinta kilos" o más!
Entre tanta amalgama pétrea íbamos buscando uno de los accesos
que nos faltaba para poder completar el croquis mental de todos los
caminos que surcan los confines cercanos a nuestro querido pueblo,
por eso, como no sería la última seguro, le diremos por educación
¡La penúltima vereda...!



Por aquél entonces las lluvias aún no nos habían visitado
y las delicadas amapolas destacaban sus encarnados pétalos
por entre los rubios pajizos de la agostada hierba.



La ascensión por la dorsal -que viene desde el Paso del Indio...



nos obligaba a pasar bajo otra cornicabra especial que vence a la pura lógica...



Y dando el salto al paso por encima de la cueva de la Vieja...



nos presentamos ante la agreste subida de la anterior incursión a la Maceta.
Debíamos obviarla y dar un giro de cinto ochenta grados dirección al cerro del Mono.



Agreste pero sin peligros potenciales, la ladera rocosa que forma "el gallinero"
del anfiteatro de la Era detrás de la Cruz del Tajo
nos conduce a lo que creíamos sería nuestro destino.



Flanqueados por el farallón, la imagen de éste nos invitaba a averiguar si
existiría otro paso... ¡Otro nexo hacia la Maceta...!



Pero, quitando la enramada higuera silvestre...



el soberbio arbusto de la cornicabra hecha árbol...



o la sempiterna adecuación de la sierra para su desaparecido aprovechamiento...



no nos quedó más remedio que llegar hasta el tajo del cerro del Mono...



para subir por su lado derecho.



Era una zona para quedarse boquiabiertos.
Un libro abierto donde comprender que, la formación sedimentaria...



y la posterior fragmentación tectónica, a lo largo de millones de años,
hacen de nuestra sierra un lugar magnífico para descubrir y experimentar.



El muro de piedra vallado que parte nuestra sierra en dos, no era óbice para
la continuidad. Ya estábamos bien cerca de la cumbre y la penúltima vereda...



se abría paso entre las piedras y la típica vegetación de lantiscos y ardiviejas...



tratando de alcanzar la cota de nuestros anhelos. 
Que no era subir a Sierra Baja precisamente...



sino merecer la Maceta, por la penúltima vereda de la Sierra,



Llegados al viso, un ¡Oh! profundo surgía de nuestras gargantas.
Un suspiro de satisfacción nos confortaba del ímprobo esfuerzo.
Ya estuvimos anteriormente sobre el lapiaz de la Maceta
pero en esta ocasión, habíamos descubierto el recóndito recorrido.



Frente a nosotros la magistral creación de la Gran Madre Tierra...
¡La gran falla de la sierra de Ubrique...! -Ese sueño imposible de borrar.



Ese lugar mágico que será punto de partida para la siguiente aventura de
 Ubrique en verde. Una aventura que es un empeño para muchas mentes sensibles 
que pensamos que, cuidar nuestro entorno, es de obligado cumplimiento.
En la próxima entrega nos enfrentaremos a una asignatura pendiente en la Sierra.




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sábado, 13 de febrero de 2016

Incursión a la Maceta.

Cuando estamos en la Plaza y miramos a la imponente sierra que nos abraza,
se nos viene a los ojos un promontorio calizo llamado la Maceta
-será por parecerse a la forma invertida de dicho artilugio.



Aquel día nos fuimos a esa cumbre, pasando primero por detrás de la Cruz del Tajo,
donde está la Era del Ubrique el Alto...



ese lugar tan frecuentado por los hijos de Ubrique y que alberga
los vestigios de nuestros ancestros de origen árabe... ¡Umrica!



Las primeras miradas hacia atrás, pecho arriba de la Era...



y las miradas dirigidas hacia nuestro destino... la altiva Maceta.
Pero aún quedaba mucho por repechar.



¡Cuántas veces hemos pasado por aquí y cuántos recuerdos...!
Como cuando subimos a enseñarle la Cueva de la Vieja a una forastera
y nos sorprendió un repentino aguacero que nos obligó a buscar
refugio bajo esa enorme roca caliza en tenguerengue.
Pero como dice el refrán de Al mal tiempo...



pudimos dejar plasmado aquel momento inolvidable.



Algo más arriba, la calera. Ese vestigio de nuestras raíces más profundas
y que dieron a nuestros pueblos de la sierra el título de Blancos, de cal.
Enfrente, sobre el sinuoso torcal donde está el pie de piedra,
algo nos llamó la atención. Alguien parecía que nos estaba
haciendo señas con el brazo en alto.



Y como bien diría nuestro hermano Leandro...
-"¿Qué pasa tronco...?"



Pues ocurre que siempre que pasamos por aquí es inevitable adentrarse en ella.
¡En la tan familiar y acogedora cueva de la Vieja...!
Justo detrás hay una falla que viene desde el paso Indio que declina en el "cerro del Mono"...



pero tiene un pasillo inclinado y en un salto ya estábamos 
encaramados a la parte superior buscando la vereda.



Una vereda que atraviesa la zona en perpendicular 
-se nota por lo marroncito lineal del paso de personas o animales...



que ayuda a salvar la escollera rocosa y nos deja ascender un poco más
 hacia nuestro objetivo. Otra miradita atrás para ver a nuestro
querido pueblo desde otra perspectiva, por encima de la Cruz de la Viñuela.



Unos cuántos millones de toneladas de piedras calizas más y
 ya estaríamos en lo alto de la Maceta.



Pero antes habíamos de salvar ese inexplicable vallado... 



que sesga la sierra en dos... ¡El afán ancestral humano de la propiedad...!



Y dejar atrás restos de otra de las actividades humanas. 
Un adecuado alfanje en una ladera. Un llanito preparado para hacer picón.
¡Pura energía vegetal...!



Una mirada al frente, interceptada por la sublime falla de la sierra de Ubrique.



Y un ojito hacia abajo nos ofrecía una "vista aérea" de la Aljibe
-ésa que para nosotros es la Primera.



Y por detrás, nuestro querido pueblo cada vez más grande y... ¡Más lejos!
Era hora de faldear por la altiva elevación en la que estábamos...



para ir esquivando las formas caprichosas que se iban acumulando,
dejando entrever un llano, por aquél entonces aún amarillo.



Como un oasis a lo lejos entre la abrupta sierra, Vega Redonda.
Un paisaje maravilloso que sólo podíamos ver desde ahí.



Aunque, para la cima definitiva, aún nos quedaban unos cuantos brincos...



y unas cuantas exclamaciones más, como la usada en nuestro querido pueblo,
cuando nos plantamos ante asombrosas formaciones... "¡Mirua!"
Y justo encima de esa maravilla pétrea...



la cima de la Maceta. 
¡El justo premio...!
Un lugar donde se respiraba satisfacción por ver suplidos los arduos esfuerzos.



Un lugar donde se respiraba la grandeza del mundo 
en contraste con la nimiedad humana.





Un lugar mágico donde la erosión ha hecho de las suyas.
La Gran Madre Tierra se encarga con paciencia infinita, de modelar a su antojo;
creando formaciones imposibles... ¿Quién habrá puesto ahí arriba tamaño pedrusco?



Millones de años para crear tanta belleza.
El paso de los Carboneros por los Pernales,
 Vega Redonda  y detrás, la carretera con 
la conclusa escombrera de Benaocaz- otra muestra de
otro afán muy de humanos, el de ir modificando el paisaje.
Y no tuvimos más que alzar la vista...



para ver el "bocado" que le han pegado a la sierra -dicen que es para facilitar.
Pero facilitar... ¿el qué? ¿Qué suban los coches a la sierra?



A la sierra siempre subimos andando -como en esta foto de archivo donde
podemos percatarnos del atractivo colorido único que nos ofrece la Naturaleza,
fruto de millones de años y que en unos meses...


los animales humanos lograron modificar, destruir,
 tornándolo a un lugar condenado a las tinieblas.



Pero mejor, miremos hacia el otro lado. Toca descender. 
Bajaremos hacía la Aljibe por recónditas veredas.



En la bajada y con algo de observación, pudimos ver este cubo desprendido y del que, 
mirando hacia arriba, hayamos con facilidad el "hueco" de su anterior ubicación.



Entre tanta rocas y rocas y más rocas, siempre se agradecían los llanitos.
Era hora de poner a prueba la flexibilidad y fortaleza de las rodillas.



Y respirar aliviados con la familiar estampa. 
¡Cuántas veces habremos pasado por aquí...!
¡Ya quedaba menos...!



Atrás dejábamos indemne la cumbre de la Maceta.



Atrás quedaba la atrayente y magnífica formación geológica,
fruto del "derrame" de la última estribación del sistema Penibético... 
¡Dónde la sierra se fragmenta en mágicas creaciones!



Como el genuino Pie de Piedra que comentáramos al principio.



Y por fin descendimos a la realidad del Ubrique de nuestras entretelas.
Por delante quedaron algunos días de añoranza 
en los que mirar hacia la sierra sería lo habitual.
Para ver donde habíamos estado y para ver con ilusión,
 a donde queríamos hacer la próxima incursión
-sin ir más lejos.



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