martes, 12 de diciembre de 2017

Sorpresas en el pantano

Como mejor disfrutamos de la vida es dejándonos sorprender
con cualquier cosita, por ínfima que sea.
Es un hecho probado que a todos nos gustan las sorpresas... 
¡Pero, claro está, las buenas! -a ser posible.



Aunque las sorpresas que nos llevamos aquellos días de sequía en el pantano de los Hurones,
no fueron precisamente "todas" buenas. Hemos estado viviendo
la temporada de lluvias más escasa de los últimos tiempos
-podemos comprobarlo en "la lluvia caída en Ubrique".



Muy atrás quedaba ya la cola del pantano
y para llegar hasta el agua del vetusto embalse, hacía falta...



andar un buen trecho por el maltrecho y yermo suelo de lama reseca
de la que, no obstante, iban brotando tímidamente las briznas de hierba...



gracias a la humedad del parco arroyuelo en el que se había convertido el río de Ubrique.
La lama remojada se reblandece y los meandros,
durante interminables metros, se van sucediendo.
Teníamos un objetivo claro desde cuando fuimos al pantano de los Hurones...



¡A ver si con el descenso podíamos ver por fin "el puente del pantano"!
 Pero no éste de la imagen -antiguo puente de la carretera de Algar-
cegado por la acumulación de depósitos de arrastre...



sino el antiguo que cruzaba el río hasta el margen derecho...
¡El puente de la "pasá" de Córdoba...!
Pudimos ver con sorpresa que los poyetes -los malecones-
habían aflorado a la superficie. Pero más sorpresa nos llevamos...



cuando justo al lado, quieto y a todas luces inofensivo, había un joven
buitre leonado. El agotamiento le hacía mella y se notaba su decaimiento.



En busca del puente del pantano iba más gente pero aún no se podía
pasar a la otra orilla -por la que discurría la carretera que pasaba unos
metros más adelante, junto a las ruinas de la venta de la Coneja.



Personas que se deleitaban con la visión atrayente de las aguas remansadas
pero que se hacían las mismas preguntas ante la sorpresa...



del triste y lánguido pajarraco.
-"¿Qué haría allí...!"
-"¿Cómo llegó hasta allí...?"
-"¿Estaría enfermo...?"
-"¿Estaría agotado y por eso se precipìtó...?
-"¿Tendría una pata o un ala rota...?
Alguien comentó que había caído al barro y que algunos lo pusieron a salvo...



y hasta le echaron restos de cadáveres de animales.
Otros decían que alguien había avisado a las autoridades.
Otros decían que habían avisado al CREAS -el centro de recuperación.
El caso es que el pequeño buitre -más duro que "el Alcoyano"-
pasó en aquel sitio algún tiempo.



Lo cierto y lo fijo es que cualquiera no puede recoger y transportar una especie silvestre
de este porte y riesgo. Afortunadamente, días más tarde nos enteramos de su rescate
y de que se está recuperando en buenas manos.
¡Vaya sorpresita nos llevamos...! 
No es habitual estar tan cerca del máximo exponente
animal de la cadena trófica de nuestras tierras.



Por mucho color que quisiera poner el pantano, la escena del buitre fue lamentablemente gris
pero con final feliz y esperanzado, agradeciendo a todos los que hicieron posible su rescate.



Nos fuimos con la sorpresa del buitre, dejando atrás los vestigios
de un camino bastante frecuentado hace lustros.
Pero con la promesa que, si por desgracia no lloviese en unos días,
retornaríamos al mismo lugar. Y así lo hicimos.



El nivel del agua embalsada seguía bajando -no hay que olvidar que los Hurones
abastecen a las ciudades de la costa de Cádiz- y ya se podía ver la silueta
del puente de la "pasá" de Córdoba. Aunque pasar, lo que se dice pasar,
aún no se podía. Pero como factor sorpresa, no quedaba mal.
Lo que sí era una sorpresa, eran las infinitas grietas que se iban haciendo en...



el barro a medida que se iba secando. También eran sorpresa las curiosidades
de proveniencia urbana que afloraban.
¡Seguro que el pequeño que lo perdió ya ni se acuerda!
Pero otro descubrimiento "zoorprendente" nos llamó poderosamente la atención.




¡Una almeja de agua dulce...!
¡La ninfa!
¡La náyade!
Era una diosa del agua, la ninfa que protege los misterios de los ríos. 
La mitología griega las llamaba náyades y a ellas se atribuían éxitos y fracasos.
tiempos de bondades o cataclismos. La presencia de ellas en el lecho
 o en las riberas de los cauces, es una garantía de la calidad de las aguas...
¡Del equilibrio del ecosistema! 
No son bellas deidades con forma de mujer
 -como se les ha representado a través de los tiempos, 
Era una almeja de agua dulce pero viene de la otra cuenca 
-de Cortes de la Frontera- a través del trasvase Guadiaro-Majaceite.
Son moluscos bivalvos que pueden alcanzar un tamaño considerable.



Tan considerable que esta náyade fenecida, servía de morada habitual a un grillo.



Sorpresa tras sorpresa, nos embobamos de nuevo en el puente de Córdoba
-que a saber el por qué se le llamó así- y empezamos a escudriñar en el lecho
ausente de agua por la curiosidad innata que nos acompaña en cada aventura.
¡A ver qué sorpresa podía depararnos más, el pantano de los Hurones...!



Pudimos ver otro añorado recuerdo infantil. El de aquél imberbe que,
pateando, perdió para siempre el balón en la corriente del río.



U otros enseres más relacionados con el mundo del agua.



Otras sorpresas que no tienen ninguna relación acuosa.
¡A saber como llegó este fragmento automovilístico hasta ahí...!



Y otras sorpresas que seguro llegaron rodando.



Entre tanto resto de antiguo muladar, algo nos llamó merecidamente la atención
-ya que había sido protagonista del post "Inventos como salidos del TBO",
de este humilde blog- y es que, cuando se unen, "parca fijación" con "gamberrada",
las papeleras terminan en el lecho del río y navegan hasta su temporal asiento...



eso sí, con su basurita dentro y todo.



Sea como fuere, los restos de la "civilización" de los animales humanos,
se esparcen por el lecho agrietado, producto de la larga sequía que padecemos,
producto del calentamiento global, que, muy al contrario de lo que
todo el  mundo piensa, no es que todos nos enfademos por cualquier cosa.
Y como de puente a puente "tiro porque me lleva la corriente",..



nos dispusimos a desandar lo andado, con las sorpresas a buen recaudo fotográfico.
Pero no todas iban a ser distendidas y "felices" .
En lontananza, cerca de la otra "orilla" se "cocía" algo distinto.
Una llamativa silueta se entreveía distinta a los restos vegetales...



y a medida que nos aproximamos, nuestras sospechas se fueron tristemente confirmando.



Un inocente herbívoro, un cervus elaphus macho, a todas luces.
¡¡¡Muerto!!!
¡¡¡Y no de manera natural, evidentemente!!!



Nunca podremos dar crédito cómo alguien puede hacerle esto a tan soberbio animal.
Lo fuimos rodeando hasta sacar una conclusión categórica...



Para algunos, encañonar, disparar una bala, abatir asesinado y cortar la cabeza a un ciervo,
será una costumbre más. Para Ubrique en verde es una aberración sin sentido.
Un crimen contranatura que no está justificado con ninguna excusa. 
¡¡¡Stop caza!!!
¡¡¡Dejen de matar...!!!



Este pobre estaba con su berrea la misma noche anterior en medio del pantano
-la sangre aún estaba fresca- y ahora yacía yermo, decapitado,
 con una bala desalmada alojada en su robusto cuello.



Hay quien pueda pensar que es un desperdicio matar sólo por obtener el "trofeo".
¡Que es una "pena" desperdiciar tanto animal muerto...!
Pero desde aquí decimos que los tiempos están cambiando, a pesar de muchos.
¡Qué ya está bien de masacrar animales por ningún motivo!
¡Qué no hacen falta ni siquiera para la alimentación!



¡Qué existen alternativas nutritivas más generosas!
¡Qué es hora de dejarlos fuera del plato...!
¡Qué los animales tienen su sentido de vida aparte del nuestro!



¡Qué el siglo veintiuno es el siglo de los animales a los que tanto daño hemos hecho!
Tendamos un puente de paz hacia ellos para que en un futuro no muy lejano,
no nos tengamos que llevar "sorpresas" algo más que desagradables.



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