domingo, 16 de junio de 2013

Recuerdos del Paso Indio

Después de preguntarnos... ¿Y la Cruz de la Viñuela?
quedaba descender de nuevo a Ubrique.
Aunque no sería la primera vez que pasamos una noche en la sierra.



Allí en la cima, se quedó hasta la próxima caída, el mástil que rememora la original
que daba nombre desde antaño a este montículo. La Cruz de la Viñuela es una de las tres
que protegían de posibles avalanchas de piedras sobre el pueblo.
Desde aquí se divisan perfectamente las otras dos ubicaciones.
Al fondo, la Cruz del Benalfil, en el Salto de la Mora.
A la derecha, la única que aún perdura de la antigua tradición, la Cruz del Tajo.



Antes del descenso, nuestro acompañante de excepción en esta incursión, toma alguna
que otra foto recordatoria de la aventura. Sofisticadas formas rocosas...



o maravillas que la Madre ocultaba bajo alguna piedra caída.



Por encima del Paso Indio y aunque no se note bien desde aquí, entre estas
inclinaciones orogénicas de los sustratos calizos, se abren las grandes fisuras.
Así que como hay oportunidad y tiempo, nos daremos una vueltecita para
 recordar algo que acaeció hace más de veinte años en el que intervinieron 
los dos protagonistas de esta incursión (sin ir más lejos).



Aparte de los reductos de tierra y que antiguamente estaban ocupados con parras,
la Cruz de la Viñuela tiene otros encantos particulares como esta ventana.
 En perfecto y continuo equilibrio constante, propiciada por la fragmentación tectónica...



nos enmarca las sierras de enfrente. 
Perfectamente se le nota a la Silla del Caballo
el por qué de su acertada toponimia.



-"¡Vamos Arturo. Un saludito a la cámara!"



-"¡Tenemos aún que pasarnos por el Paso Indio con la trompeta!
Ahora cuando bajes, la llevas tú un poco. Y...
¡Cuidado con la "cabra" Kiara!"



Ya en la entrada hay que tomar algunas imágenes del impresionante desfiladero,
así que primero, había que calmar los ánimos de la buena Kiara.
Parecía como si a su mente más antigua afluyeran no muy buenos recuerdos.
Desgraciados devenires de congéneres suyos en épocas pasadas.
-"¡Un momento, Kiara! ¡Quieta!"



-"¡Así me gusta!"
Y el animal, obediente, ni se inmuta.



Arturo, con la trompeta a la espalda, plasma el lugar donde antaño, mentes incongruentes
despeñaban a los perros que ya no "servían", en una vulgar y canalla, costumbre.
Pero no todo es tan tétrico en el Paso Indio...



podemos perfectamente recostarnos a descansar y liberar la mente para
recordar las vivencias acaecidas desde pequeño, en aquel insólito rinconcito.
¡Cuántas aventuras vividas! ¡Cuántos momentos inolvidables!
Pero algo no cuadra. Esta imagen está tomada con la cámara volcada.



No hay que olvidar la inclinada fragmentación de esta zona de la sierra de Ubrique.



-"¡Ya que estamos...! ¿Por qué no le pedimos a Kiara que nos ayude
 a recordar la macabra costumbre de los arcaicos mentecatos de otros tiempos?"



Ella, obediente se ofreció a la representación.
Se hiela la sangre en las venas al recordar el sufrimiento de los pobres animalitos
allí sacrificados salvajemente de una forma tan macabramente ignorante.



-"¡Bravo, Kiara! ¡Menuda actriz dramática estás hecha!"



No obstante el Paso Indio tiene recuerdos infinitamente más agradables.
¡A lo que vamos...!



Contando, contando, corría Agosto de 1988 cuando alguien contó con Angel Pablo para hacer un cartel. A él se le ocurrió la idea de hacer una de sus geniales obras contando como protagonista central con un niño y pensó que qué mejor poder contar con nosotros.
 Por aquel entonces contábamos con el decorado, exquisito lugar que
 llevaba esperando miles de años aquel momento. Contábamos con una trompeta
-buen instrumento representativo para el primer festival de Jazz en Ubrique.
Contábamos con el agónico Capitol (de "el cine en Ubrique") que acogería el evento.
Angel contaba con una buena cámara. Un servidor contaba con Arturo.
Y Arturo contaba con dos años. Todo se rodeó para contar con un buen trabajo.



Veinticinco años más tarde todo sigue prácticamente igual en el Paso Indio.
De aquel lejano recuerdo...



lo único que varía es el cambio de blanco y negro a color, la ropa  y la trompeta...
¡Ah! ¡Y el tiempo!



Aquel mítico cartel no fue el último de Ángel en el apareciera Arturo
pero ya como Kapel AO. ¡Para gustos... 69 Colores!



Un servidor también quiso experimentar la grata sensación de sentirse Dizzy Gillespie,
ilusoria y momentáneamente. ¡No íbamos a ser menos pero tampoco más!



Los recuerdos del Paso Indio quedan atrás. Regresamos al pueblo
atravesando la cabreriza que hay junto al aljibe de Tío Paco. 
Arturo reconoce que lleva cargada las pilas de la ilusión para otra temporada.
 ¡Pronto habrá que volver por aquí a otra reconfortante incursión (sin ir más lejos)!



En la bajada levantamos a un grupo de pajarracos ante nuestro sobrecogido asombro.
¡La sierra siempre se reserva el derecho de mostrarnos alguna sorpresa animada...



que otra!
Hemos subido a la Cruz de la Viñuela. Hemos bajado al Paso Indio...



y al atardecer ya en el pueblo,  vemos nuestro Palo encaramado en su tradicional lugar.



Ahí estará ubicado hasta nueva caída, con la importante misión 
de interrogar y recordar a propios y extraños,
 el por qué de un madero clavado en ese pico de la sierra de Ubrique.



¡Todo esto viene a...! 
¡Hemos realizado esta aventura porque...!
¡Así es...! ¡Las cosas claras!
Esta historia ha cobrado vida porque nos gusta nuestro pueblo.
Queremos a este Ubrique que nos vió nacer y en el que vivimos.
¡Entrañable casualidad geográfica que da vida a este humilde blog...
 Ubrique en verde!



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4 comentarios:

  1. ¡¡¡¡ESPECTACULAR!!!! Sin más comentarios, Manuel, no vaya a ser que lo estropee.

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    1. ¡¡¡GRACIAS!!! Sin más comentarios, Juana, no vaya a ser que yo también pueda estropear tu alentador comentario. Un beso.

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  2. La imaginación al poder. menos mal que no se os ocurrió hacer el cartel tocando una batería, aunque peor habría sido tener que subir un piano, jeje.

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  3. Mecagontup... Hijodelagranp... (es que no se me ocurre otra cosa pa expresar lo que te quiero, cabr...). Gracias, Arturo. Gracias, Kiara

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